martes, 20 de mayo de 2008

POLÍTICAS ADMINISTRATIVAS Y ESCUELA: UNA ALIANZA POR EL DERECHO



“La libertad de un pueblo está en la sociedad misma,
y la sociedad crece en los brazos de la escuela”


Cuando se empiezan a estudiar profundamente las problemáticas educativas en el mundo, se puede dar un concepto fundamentado, o mejor, un diagnostico, de cómo se percibe el pasado, el presente y el futuro de la humanidad en toda su esencia, porque como es bien sabido, la educación es lo que nos hace realmente humanos; y quizá si ahondamos en el tema centrándonos un poco más en nuestro país, descubrimos que es urgente analizarnos todos, como ciudadanos, de una manera reflexiva, dialéctica, que nos haga repensar, replantear, replanear y reconstruir nuestras estructuras sociales, y dentro de ellas las que nos ocupan en este ensayo: las educativas.


Al indagar en la historia educativa, cualquier individuo se encuentra con innumerables logros, avances, métodos, metodologías, estrategias y personajes, pero también se topa con una serie de inconsistencias y falencias, que si bien se han tratado de superar con el paso de los años y aún de los siglos, persisten como un fantasma que se niega a desaparecer, y es aquí, donde ha de llegar el análisis dialéctico, la autocrítica y la acción por parte de los actores sociales.


En los últimos treinta años han surgido, producto de grandes investigaciones y esfuerzos, documentos netamente educativos que buscan establecer índices estadísticos, problemáticas y soluciones a los conflictos que se dan en el proceso de educación a nivel mundial y nacional. Dentro de estos documentos podríamos nombrar la Declaración Mundial de Educación para Todos de Jomtien, El Foro de Educación de Dakar, Callejón Con Salida, El Derecho a la Educación, y múltiples artículos sobre la calidad de la educación, la equidad, la cobertura y las políticas educativas.


Después de una lectura muy atenta a estos documentos, se podrían citar algunos logros, avances, estrategias metodológicas y, por supuesto, falencias y errores. Dentro de los aspectos a resaltar positivamente estaría la eliminación del analfabetismo, una destinación financiera mayor de la que se ha dado en cuestiones educativas, el fomento del desarrollo de la educación continua para todos, especialmente para los docentes, la descentralización en la administración educativa, la creación de medidas tendentes a construir las capacidades de ejecución, con objeto de fomentar la participación de los padres, las comunidades, los alumnos; la formación de ciudadanos y no de estudiantes, la proyección educativa hacia el futuro laboral, la inclusión de grupos étnicos en los procesos educativos de ejecución y planeación, la educación femenina, entre otros muchos[1].


Dentro de las falencias, encontramos quizá los mismos aspectos, y eso nos lleva a pensar que los esfuerzos no han sido suficientes o no han tenido un apoyo político dispuesto verdaderamente a resolver dichas fallas. Los niveles de analfabetismo en el mundo siguen siendo espeluznantes, la exclusión de los grupos étnicos sigue existiendo, la formación de ciudadanos aun no tiene los efectos suficientes, el futuro laboral de los educandos es incierto, los destinos financieros no alcanzan a cubrir las necesidades básicas, la sociedad está ausente en los procesos de formación humana, etc. Todo esto visto desde una perspectiva mundial, es decir, desde documentos como Jomtien y Dakar, parece tener una solución global, siguiendo principios iguales para todos los continentes, pero es ahí donde se olvidan las diferencias culturales inmensas que existen entre ellos, entre cada uno de los pueblos y también entre los sujetos que los componen. Por ello, hay que hacer una síntesis de la situación de cada una de las comunidades, y partir desde el interior para lograr una mejora educacional a nivel mundial.


Es así entonces, como nos centraremos en nuestra propia situación, para tratar de comprender los conflictos y problemáticas educacionales, y finalmente, después de un hondo estudio, convertirnos en sujetos actuantes y propositivos en busca de una solución. Nos basaremos en asuntos puntuales que afectan nuestros procesos educativos dentro y fuera del aula de clase.


El primero de ellos es la formulación de políticas educativas con miras a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos colombianos; este tema, también tratado en los documentos mencionados anteriormente, es quizá uno de los principales talones de Aquiles de nuestra estructura educacional. No existe una posición realista y clara en nuestra Constitución Política, en cuanto a la financiación, el desarrollo y la continuidad educativa en nuestra sociedad, aunque si bien están determinados los porcentajes monetarios destinados por El Estado para la educación, con la descentralización, dicho Estado se ha quitado la responsabilidad de velar por el derecho a la educación que vehementemente proclama La Constitución.


Además de esto está el desarrollo y la continuidad de las políticas educativas propuestas por cualquier gobierno. Nuestro sistema democrático no permite tal continuidad, ya que cada cuatro años aparece un nuevo gobierno, con nuevas políticas desapareciendo así las anteriores, o convirtiéndolas por vías legales en proyectos de ley que nunca llegan a desarrollarse completamente, de esta manera vemos pasar excelentes ideas, proyectos y planes educativos sin ninguna trascendencia. Esto por supuesto no sólo afecta a los educandos, sino también a los educadores, para quienes la educación continuada y la actualización es un imaginario lejano e imposible.


Para finalizar con este punto está el propio desconocimiento social de tales políticas; ni siquiera los propios y directos actores educativos conocen las leyes que los rigen, no solo como empleados, estudiantes, directivos, docentes, sino como ciudadanos. Y no es precisamente, que las leyes y políticas estén escondidas en folios interminables en las oficinas del estado, sino que nuestro desarrollo cultural no nos permite ir más allá de recibir una clase, cobrar un salario y cubrir necesidades.


Este tema nos conduce al segundo asunto de orden nacional, la institucionalización de la educación. Con la creación del PEI, se ha logrado un ordenamiento de las instituciones educativas, y además se ha obtenido una visión de lo que en dicha institución se hace o por lo menos, en teoría, se debe hacer; una visión real de hacia dónde se va y por qué se va, dejando atrás el simple hacer por hacer de cualquier institución.


La creación de currículos autónomamente y la libertad en la gestión administrativa dentro de las escuelas, puede ser una situación productiva para los ciudadanos, sin embargo, si esto se hace desde una perspectiva de negocio, como si se tratara de administrar o gestionar una empresa de servicios, puede convertirse en un arma peligrosa para la comunidad. La creación de currículos desde el punto de una empresa y no desde el punto de los estudiantes, sin tener en cuenta sus necesidades ni su contexto nos está llevando a ofrecer una educación que no es productiva, ni académica, ni moral, ni ética, es simplemente un paso más en la vida que hay que dar para conseguir un título con el cual el salario subirá y por lo tanto el poder adquisitivo también; y llega la pregunta: ¿es para eso que queremos educar y ser educados?


Un tercer aspecto nos lleva a repensar esta pregunta de manera reflexiva. Aquí nos cala el Derecho a la Educación, documento que hace un análisis muy completo a nuestro entorno, teniendo en cuenta la legislación, las guerras, las estadísticas, la lucha de poderes y otros factores que afectan la realidad colombiana. Nos regala una mirada, estremecedora por sus resultados, a la educación campesina, étnica, y nos deja ver como aquel derecho que la UNESCO plantea, no ha sido nunca una prelación para los gobiernos en nuestra Latinoamérica. Analizando este texto sólo nos queda hacernos de nuevo una pregunta: ¿Queremos una educación que nos de mayor poder adquisitivo, una educación de capital, o queremos una educación pensada por todos, para todos y con todos como actores?


Por último tenemos un asunto muy nuestro, que sin duda podemos combatir los maestros si llegamos a tener una identidad y un auto-reconocimiento de la importancia de nuestra labor social, cultural y ciudadana. Es claro que en nuestra Colombia no tenemos un concepto arraigado de lo propio, pero no de lo propio como privado sino visto desde lo público, un concepto nacionalista de lo que es nuestro o por lo menos debería serlo. Lo público en nuestro país es sinónimo de pobreza, de exclusión social, y por el contrario a muchos países del mal llamado primer mundo, no tenemos nada como ciudadanos.


Si lográramos cambiar el concepto de público, tratando de comprender que por el sólo hecho de ser ciudadanos colombianos tenemos bienes comunes, que son de todos y han de servir a todos, quizá nuestra educación deje de ser un negocio de capitales, para convertirse en algo nuestro, que debemos reestructurar, repensar, replantear para el bien de nuestro pueblo y por supuesto el de cada uno de nosotros.


Los maestros desde las aulas, desde la administración educativa, desde las calles, las casas, los parques, podemos cambiar ese concepto, sólo necesitamos plantearnos mejor, clara y sinceramente, nuestra labor dentro de una sociedad que nos necesita.


Como conclusión a todos los puntos relevantes tratados en este escrito y a otros tantos que se quedan en el tintero, podríamos decir que la alianza entre las política educativas, tanto mundiales como nacionales, y la escuela, es una alianza necesaria y urgente para que desaparezcan esas diferencias entre la educación para pobres y la educación para ricos; una invitación para atacar desde la posición de cada uno de los lectores, sean las aulas, los cargos directivos, la academia, las calles, los campos, etc. la ignorancia y la indiferencia hacia las políticas que nos rigen a todos, y a situarnos y a empezar a pensarnos como ciudadanos, como parte de un pueblo que puede ser mejor para todos, actuando todos por una educación de calidad sin diferencias.

[1] Foro mundial sobre educación. Dakar, Senegal. 2000.

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